Los nuevo capítulos de Vikingos Valhalla entretienen y se ven con facilidad y ganas, pero se echa de menos un avance real en la trama y en los objetivos de los protagonistas y no acaban de entenderse algunas de sus decisiones.
Comenzamos con Freydís y Harald unidos y ella embarazada (dato que él desconoce en un principio), aunque sus caminos se separan pronto cuando ella se convierte en guardiana de las viejas creencias y él emprende un periplo para recuperar el trono de Noruega.
Freydís demuestra ser uno de los personajes más coherentes. Se muda a Jomsborg, donde se refugian los vikingos que profesan la antigua fe. Sin embargo, lo que parece una comunidad unida demuestra ser algo mucho más turbio y tendrá que luchar por su vida y por la de su bebé.
Por su parte Harald, acompañado por Leif, se dirige a Constantinopla, con un grupo de lo más variopinto, para reunir un ejército que le ayude a reclamar el trono que le prometió Canute. Esta trama engancha y divierte, pero se alarga demasiado perdiendo de vista el objetivo inicial. Además, no tiene sentido que Canute renuncie a la palabra dada a Harald, ni la nueva relación de este con Eleana, ¿dónde quedan Freydís y su recién descubierto hijo?
En Inglaterra, Emma se queda sola en el trono y sospechará, atinadamente, de la traición de Godwin. No encontrará las pruebas necesarias para demostrarlo, pese a ser extremadamente cruel, y el noble verá como la persecución de la reina consigue el efecto contrario: afianzar su posición en la corte. Cuesta hallar la conexión con los vikingos en la historia de Emma y las escenas de las torturas son muy desagradables.
Por último, Olaf resurge de sus cenizas gracias a un trato con el padre de Canute. Su muerte, a manos de Freydís, es una de las sorpresas de la temporada.
El argumento queda abierto, como no podía ser de otra manera, en espera de la tercera temporada, que previsiblemente se estrenará en 2024.
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