Un cambio de protagonista en una serie no suele ser una buena idea. Si además el héroe forma una pareja con especial química con la heroína, mucho menos. Esto es lo que le ocurre a la segunda (y tercera) temporada de Sanditon, en las que se echa enormemente en falta a Sidney Parker.
Es, precisamente, con la noticia de su muerte con lo que arranca la acción. Charlotte vuelve otro verano más a Sanditon, esta vez en compañía de su hermana Alison.
En pleno duelo por la perdida de su amado, jura no volver a enamorarse y, para cumplir su promesa sin suponer un lastre para la maltrecha economía de su familia, comienza a trabajar de institutriz en la mansión del misterioso y taciturno Mr Colbourne, cuidando a su díscolas hija y sobrina. Esta trama recuerda a la de Jane Eyre, la novela de Charlotte Brontë.
Mientras tanto, el pueblo de pescadores está revolucionado con la llegada de un destacamento del ejército. Tom Parker espera que supongan la solución económica a todos sus problemas para desarrollar su ambicioso proyecto.
Entre los oficiales tenemos de vuelta al desterrado Edward Denham, así como a nuevos pretendientes para las hermanas Heywood. Concretamente, la historia de la menor de ellas es uno de los puntos fuertes de la temporada.
Es inevitable evocar el recibimiento a los soldados en Meryton en Orgullo y Prejuicio, más aún cuando uno de ellos tiene similitudes con el malvado Mr Wickham.
Miss Lambe, por su parte, rechaza continuas propuestas de matrimonio que buscan aprovecharse de su suculenta herencia, hasta conocer al bohemio artista Charles Lockhart.
En la mansión de Lady Denham, Esther intenta, por todos los medios, quedarse embarazada de su marido y Clara reaparece con una sorprendente noticia.
Tiene sólo seis capítulos (dos menos que la primera tanda) y entretiene, pero no es lo mismo sin Sidney. Pronto llega la temporada final.
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