A los aficionados a las series tiende a ocurrirnos que anticipamos los giros argumentales. La experiencia es un grado y, a menudo, los guionistas resultan muy previsibles. The Sandman es la excepción que confirma la regla. Pocas series me han desconcertado tanto con sus cambios en la historia.
Basada en una serie de cómics de DC su primera temporada consta de 11 capítulos y aún no la han renovado para una segunda.
Morfeo, el rey de los sueños, es capturado por los humanos que lo encarcelan durante más de 100 años. Tras su liberación tendrá que recomponer su reino, recuperar su poder y retomar lazos con su familia, los Eternos, entre cuyos hermanos destacan Muerte y Deseo.
En su misión también se encontrará con otros personajes míticos como Lucifer, interpretado por Gwendoline Christie ("Juego de Tronos"), los hermanos Caín y Abel y la musa Calíope.
The Sandman no es tanto una historia como la suma de muchas y muestra la evolución de su protagonista y cómo pasa de ser más cruel e insensible a más dialogante y piadoso.
Reconozco que hay momentos en los que he considerado que la trama estaba agotada y que era mejor culminarla, pero los nuevos personajes (el plantel de actores va variando una barbaridad) con sus nuevas vivencias enganchan y desconciertan a partes iguales, no teniendo nunca muy claro hacia dónde van a dirigirse los acontecimientos.
¿Es necesaria una segunda temporada? Ni sí, ni no. El argumento se puede alargar, aunque el cierre de la primera ha sido bueno si se decide terminarla.
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