Netflix ha estrenado "Vikingos: Valhalla", la secuela de "Vikingos". La original, emitida por el Canal Historia, tuvo seis temporadas y la nueva se desarrolla cien años después del final de la primera.
Con una temporada ya estrenada y renovada por dos más, mezcla historia con guerra y conspiraciones sin olvidar un huequito para el amor.
No he visto "Vikingos" y me da pereza empezar una serie con tantas temporadas a sus espaldas, pero sí me he animado con la secuela porque su argumento es totalmente independiente al de su predecesora.
Los vikingos llevan años establecidos en Inglaterra y conviven armoniosamente con los locales. Sin embargo, el rey inglés Etelredo II ordena una matanza vikinga para expulsarles. El rey vikingo Canute el grande, con ayuda del príncipe noruego Harald Sigurdsson, unirá a los distintos clanes para vengarse atacando Inglaterra.
Su tarea no será sencilla porque ellos mismos se encuentran al borde de una guerra civil motivada por la religión: unos se han convertido al cristianismo y otros siguen venerando a sus dioses paganos.
Paralelamente, los hermanos Erikson acuden desde Groenlandia en busca de venganza. Freydís fue violada y atacada brutalmente por un cristiano con el que quiere acabar.
Los destinos del rey, los groenlandeses y los nobles noruegos se entremezclarán con los de la realeza inglesa, debilitada tras la muerte del rey. Cada uno tiene sus propios intereses, a menudo, más relacionados con el poder que con la religión.
Un último apunte, para los no iniciados en la materia vikinga, en la mitología nórdica el Valhalla es el lugar al que viajan los guerreros muertos en combate, elegidos por Odín, y en el que se preparan para ayudarle en la batalla del fin del mundo.
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