'Vivir sin permiso', la serie centrada en la vida de Nemo Bandeira, un narcotraficante gallego con alzhéimer, ha terminado con su segunda y última temporada.
No es exagerado afirmar que Coronado, que interpreta al protagonista, es dueño y señor de la historia y que su trabajo está a años luz del resto de los intérpretes. Eso ya pasaba en la primera tanda.
En esta Ferro, su fiel escudero al que da vida Luis Zahera, refuerza su papel y, además de su vis cómica, muestra su faceta dramática. Juntos componen una extraña pareja en la que el ingrediente principal es una amistad incondicional.
¿Qué encontramos en la segunda temporada? Da la impresión, tanto para sus enemigos como para sus aliados, que Nemo está cada vez más acabado y los mexicanos, con su ola de violencia, controlan el ficticio pueblecito de Oeste.
El personaje de Germán Arteaga es deplorable y logra que el espectador desee su muerte desde que aparece en escena. Su hijo Daniel tiene más claroscuros y oscila entre un inconsciente, torturado por su padre, y un asesino psicópata.
Su desenlace, acabando el uno con el otro, es justo para ambos, aunque la escenificación, cayéndose encima, es un tanto cómica.
Los otros dos protagonistas son Lara (la hija "ilegítima" y preferida de Nemo) y Mario Mendoza (su antigua mano derecha al que crió como un hijo).
Admito que, si en la primera temporada, la actuación de Claudia Traisac no me convenció nada, en esta segunda me ha gustado mucho más. Su relación con Nemo y con Mario es un constante tira y afloja, aunque lo que realmente gana enteros es cuando está a punto de convertirse en sucesora de su progenitor.
En cuanto a Álex González me ha pasado lo contrario. Me lo creía más como el Mario maquiavélico que en esta versión buenista y enamorada. Me ha faltado química entre ambos. Por no mencionar que sigo sin entender cómo es posible que alguien sobreviva a que le tiren al mar desde un acantilado...
Los guionistas han acertado dejando la serie en dos temporadas y no alargándola más. ¿Merece la pena ver esta última? Sí, pese a que hay multitud de escenas muy violentas, es un muy buen cierre a la vida de Nemo y es intrigante comprobar los giros que realiza para dejar todos sus asuntos tal y como quiere y que los suyos puedan seguir viviendo "con su permiso".
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No es exagerado afirmar que Coronado, que interpreta al protagonista, es dueño y señor de la historia y que su trabajo está a años luz del resto de los intérpretes. Eso ya pasaba en la primera tanda.
En esta Ferro, su fiel escudero al que da vida Luis Zahera, refuerza su papel y, además de su vis cómica, muestra su faceta dramática. Juntos componen una extraña pareja en la que el ingrediente principal es una amistad incondicional.
¿Qué encontramos en la segunda temporada? Da la impresión, tanto para sus enemigos como para sus aliados, que Nemo está cada vez más acabado y los mexicanos, con su ola de violencia, controlan el ficticio pueblecito de Oeste.
El personaje de Germán Arteaga es deplorable y logra que el espectador desee su muerte desde que aparece en escena. Su hijo Daniel tiene más claroscuros y oscila entre un inconsciente, torturado por su padre, y un asesino psicópata.
Su desenlace, acabando el uno con el otro, es justo para ambos, aunque la escenificación, cayéndose encima, es un tanto cómica.
Los otros dos protagonistas son Lara (la hija "ilegítima" y preferida de Nemo) y Mario Mendoza (su antigua mano derecha al que crió como un hijo).
Admito que, si en la primera temporada, la actuación de Claudia Traisac no me convenció nada, en esta segunda me ha gustado mucho más. Su relación con Nemo y con Mario es un constante tira y afloja, aunque lo que realmente gana enteros es cuando está a punto de convertirse en sucesora de su progenitor.
En cuanto a Álex González me ha pasado lo contrario. Me lo creía más como el Mario maquiavélico que en esta versión buenista y enamorada. Me ha faltado química entre ambos. Por no mencionar que sigo sin entender cómo es posible que alguien sobreviva a que le tiren al mar desde un acantilado...
Los guionistas han acertado dejando la serie en dos temporadas y no alargándola más. ¿Merece la pena ver esta última? Sí, pese a que hay multitud de escenas muy violentas, es un muy buen cierre a la vida de Nemo y es intrigante comprobar los giros que realiza para dejar todos sus asuntos tal y como quiere y que los suyos puedan seguir viviendo "con su permiso".
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