Los Stark han ganado la partida y eso me hace feliz.
Tras temporadas y temporadas en las que han sido asesinados, comenzando por Ned y siguiendo por Catelyn y Robb, hasta llegar al pequeño Rickon; maltratados, como Sansa a manos de Ramsey Bolton; e incluso dejado paralíticos, como Bran gracias a Jamie Lannister; por fin han encontrado su lugar.
Bran es el rey más inexpresivo de todos los seis reinos; Arya se ha lanzado a descubrir qué hay más allá de los océanos; Sansa reina en un Norte independiente; y Jon… en fin, digamos que al menos ha vuelto con los Salvajes, que siempre se ha entendido muy bien con ellos.
Para llegar aquí hemos vivido una de las temporadas más sangrientas que se recuerdan en las que, además de infinidad de secundarios, han matado a Cersei y Jamie Lannister. La malvada Cersei hubiera merecido un final mucho más espectacular.
Si la suerte de los Stark me hace feliz hay otros momentos de esta temporada a los que no he acabado de encontrarles el sentido.
Por ejemplo, la obsesión de Arya, desde sus inicios, había sido acabar con Cersei y, con su determinación característica, no me encaja que renuncie a ello sólo por unas bonitas palabras de Sandor Clegane.
Y qué decir de la pobre Daenerys Targaryen que ha pasado de heroína a villana. Ha sido una injusticia total. Puedo hasta “justificar” que los guionistas la acorralasen, matando a sus amigos y haciéndola sentirse rodeada de enemigos, y que decidiese, con la ayuda de su querido dragón Drogon, convertir Desembarco del Rey en cenizas.
Sin embargo, me chirría que, hasta ahora, los dragones hubiesen participado en batallas, pero nunca con esa potencia y lo que no tiene sentido es que, tras hacerse con el ansiado trono, siga manteniendo esa actitud y esas ansias de poder y acabe siendo asesinada. Es un cambio radical de un personaje que ha sufrido muchísimo para acabar muriendo nada más alcanzar su objetivo y sin poder disfrutarlo.
La escena en que Drogon quema el trono de hierro me ha encantado y me ha dado muchísima pena a partes iguales.
La última incongruencia del argumento ha sido el destino de Jon Snow. Él, como Aegon Targaryen, era el legítimo heredero al trono y la mezcla perfecta entre los Targaryen, el fuego, y los Stark, el hielo. Después de todas las calamidades pasadas, merecía más.
No todo van a ser quejas y los tres primeros capítulos han sido fantásticos: reencuentros muy emotivos, una batalla épica y oscura a más no poder y una unión muy fuerte de todos los personajes.
También me ha gustado el nuevo consejo de Bran con Tyrion como mano y Bronn, Brienne, Sam y Davos como consejeros.
A partir de aquí páginas completas de periódicos, programas de radio, casi un millón de firmas en Change.org pidiendo rehacer la última temporada…
Despedir una larga serie que te ha encantado es como despedir a alguien a quien no vas a ver en un largo tiempo, deja un vacío en ti. Los personajes son como esos amigos con los que pasas tiempo y te encariñas.
And now my watch has ended
Enlaces de interés:
Tras temporadas y temporadas en las que han sido asesinados, comenzando por Ned y siguiendo por Catelyn y Robb, hasta llegar al pequeño Rickon; maltratados, como Sansa a manos de Ramsey Bolton; e incluso dejado paralíticos, como Bran gracias a Jamie Lannister; por fin han encontrado su lugar.
Bran es el rey más inexpresivo de todos los seis reinos; Arya se ha lanzado a descubrir qué hay más allá de los océanos; Sansa reina en un Norte independiente; y Jon… en fin, digamos que al menos ha vuelto con los Salvajes, que siempre se ha entendido muy bien con ellos.
Para llegar aquí hemos vivido una de las temporadas más sangrientas que se recuerdan en las que, además de infinidad de secundarios, han matado a Cersei y Jamie Lannister. La malvada Cersei hubiera merecido un final mucho más espectacular.
Si la suerte de los Stark me hace feliz hay otros momentos de esta temporada a los que no he acabado de encontrarles el sentido.
Por ejemplo, la obsesión de Arya, desde sus inicios, había sido acabar con Cersei y, con su determinación característica, no me encaja que renuncie a ello sólo por unas bonitas palabras de Sandor Clegane.
Y qué decir de la pobre Daenerys Targaryen que ha pasado de heroína a villana. Ha sido una injusticia total. Puedo hasta “justificar” que los guionistas la acorralasen, matando a sus amigos y haciéndola sentirse rodeada de enemigos, y que decidiese, con la ayuda de su querido dragón Drogon, convertir Desembarco del Rey en cenizas.
Sin embargo, me chirría que, hasta ahora, los dragones hubiesen participado en batallas, pero nunca con esa potencia y lo que no tiene sentido es que, tras hacerse con el ansiado trono, siga manteniendo esa actitud y esas ansias de poder y acabe siendo asesinada. Es un cambio radical de un personaje que ha sufrido muchísimo para acabar muriendo nada más alcanzar su objetivo y sin poder disfrutarlo.
La escena en que Drogon quema el trono de hierro me ha encantado y me ha dado muchísima pena a partes iguales.
La última incongruencia del argumento ha sido el destino de Jon Snow. Él, como Aegon Targaryen, era el legítimo heredero al trono y la mezcla perfecta entre los Targaryen, el fuego, y los Stark, el hielo. Después de todas las calamidades pasadas, merecía más.
No todo van a ser quejas y los tres primeros capítulos han sido fantásticos: reencuentros muy emotivos, una batalla épica y oscura a más no poder y una unión muy fuerte de todos los personajes.
También me ha gustado el nuevo consejo de Bran con Tyrion como mano y Bronn, Brienne, Sam y Davos como consejeros.
A partir de aquí páginas completas de periódicos, programas de radio, casi un millón de firmas en Change.org pidiendo rehacer la última temporada…
Despedir una larga serie que te ha encantado es como despedir a alguien a quien no vas a ver en un largo tiempo, deja un vacío en ti. Los personajes son como esos amigos con los que pasas tiempo y te encariñas.
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