Divinity es, como su nombre indica, una cadena divina. Muy similar a Cosmopolitan TV, siempre la puedes sintonizar porque el 90% de su programación es amable. Desde las repeticiones de las adorables Gilmore, a primera hora de la mañana, hasta su variada oferta de realities yankees. Como vivir en USA, sólo que desde aquí.
Últimamente me he enganchado a uno de ellos: 'Tu casa a juicio'. Rodado en la ciudad canadiense de Toronto, y alrededores, ya ha emitido su quinta temporada.
La dinámica es siempre la misma: una pareja está harta de su casa (siempre son chalets, nunca de pisos), ya que les ocasiona múltiples problemas y no les ofrece la comodidad necesaria. Al rescate acuden el agente inmobiliario David Visentin y la decoradora Hillary Farr.
Tras reunirse con ellos y analizar la situación les piden que hagan dos listas: en una incluirán las reformas imprescindibles que necesita la vivienda para que puedan establecerse allí definitivamente; y en la otra escogerán los requisitos indispensables que tendría que tener una nueva casa para mudarse a ella.
Además, la pareja tiene que dar un presupuesto, con el que Hillary ejecutará las obras, y una cifra máxima para que David busque diversas opciones.
Los participantes son de lo más variados: jóvenes, de mediana edad, de distintas razas…, aunque todos tienen en común que uno de sus integrantes quiere irse y el otro apuesta por quedarse, una vez se realice la reforma.
El drama está servido: Hillary siempre ha de hacer frente a imprevistos varios (tuberías podridas, tendido eléctrico roído por los ratones…) que imposibilitarán cumplir con todas las exigencias de los protagonistas. En cuanto a David, comenzará enseñando propiedades que no se ajustan a las características de su lista (no se ubican en el vecindario ideal, se pasan de precio…).
Después de muchos dimes y diretes, el capítulo acaba con la pareja encantada tanto con la casa que les enseña David como con la reforma de Hillary (a menudo es más un lavado de cara, porque al principio del programa el desorden imperante es horroroso) y la vivienda siempre se revaloriza por encima de lo invertido.
Con esto sólo queda decidir: ¿van a amarla o venderla? Según las estadísticas la mayoría opta por amarla quedándose en su hogar, dulce hogar.
Últimamente me he enganchado a uno de ellos: 'Tu casa a juicio'. Rodado en la ciudad canadiense de Toronto, y alrededores, ya ha emitido su quinta temporada.
La dinámica es siempre la misma: una pareja está harta de su casa (siempre son chalets, nunca de pisos), ya que les ocasiona múltiples problemas y no les ofrece la comodidad necesaria. Al rescate acuden el agente inmobiliario David Visentin y la decoradora Hillary Farr.
Tras reunirse con ellos y analizar la situación les piden que hagan dos listas: en una incluirán las reformas imprescindibles que necesita la vivienda para que puedan establecerse allí definitivamente; y en la otra escogerán los requisitos indispensables que tendría que tener una nueva casa para mudarse a ella.
Además, la pareja tiene que dar un presupuesto, con el que Hillary ejecutará las obras, y una cifra máxima para que David busque diversas opciones.
Los participantes son de lo más variados: jóvenes, de mediana edad, de distintas razas…, aunque todos tienen en común que uno de sus integrantes quiere irse y el otro apuesta por quedarse, una vez se realice la reforma.
El drama está servido: Hillary siempre ha de hacer frente a imprevistos varios (tuberías podridas, tendido eléctrico roído por los ratones…) que imposibilitarán cumplir con todas las exigencias de los protagonistas. En cuanto a David, comenzará enseñando propiedades que no se ajustan a las características de su lista (no se ubican en el vecindario ideal, se pasan de precio…).
Después de muchos dimes y diretes, el capítulo acaba con la pareja encantada tanto con la casa que les enseña David como con la reforma de Hillary (a menudo es más un lavado de cara, porque al principio del programa el desorden imperante es horroroso) y la vivienda siempre se revaloriza por encima de lo invertido.
Con esto sólo queda decidir: ¿van a amarla o venderla? Según las estadísticas la mayoría opta por amarla quedándose en su hogar, dulce hogar.
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